¿Por qué la Mesa de Escritores de la Araucanía asumió la denominación de Juan Pablo Ampuero?

¿Por qué la Mesa de Escritores de la Araucanía asumió la denominación de Juan Pablo Ampuero?

"Para las personas de nuestro Temuco que tienen mayor o menor proximidad al quehacer literario, la respuesta resulta obvia; porque es de toda justicia luchar por la pervivencia de una figura prócer del siempre arduo mundo de las letras."

Rafael Storni


viernes, 28 de enero de 2011

Sur itinerante










Lectura en San Juan de la Costa, fotos de Héctor González de Cunco.

jueves, 27 de enero de 2011

La dignidad en pie de paz




Recientemente Héctor González de Cunco compartía su foto diaria por facebook y alguien comentaba que era demagógica. En la foto aparecía la negra estatua de Caupolicán atosigada, avasallada por cegadores colores publicitarios. El propio Héctor se preguntaba en qué sentido podía interpretarse como demagógica la imagen. El autor del comentario no respondió. Tratemos de hacerlo. Caupolicán, con su tronco a cuestas, fue elegido toqui por la llegada del invasor extranjero. En la imagen el contraste, el enfrentamiento, se produce entre los colores agresivos de la publicidad y el negro reconcentrado de la estatua. Quizá, poniéndonos a jugar a adivinos, la figura de Caupolicán tiene una simbología un tanto belicosa y por ahí se ha interpretado poco menos que se representa exageradamente la opresión del pueblo mapuche, y que es un llamado a la rebelión. Una cosa está clara: la fotografía no miente (no es un montaje); en todo caso, expresa un punto de vista.



En esos destellos de bisutería de los soles publicitarios, lo que vemos (¿o deberíamos decir lo que no nos deja ver?) son los focos de la globalización, la ilusión de la uniformidad –vestida de universalidad- que hace que olvidemos la raíz. No nos engañemos. Si hay alguna expresión demagógica presente en la fotografía, esta es precisamente la publicidad. La publicidad es el arte de la ilusión (que en portugués significa únicamente engaño). Por otra parte, más allá de interpretaciones simbólicas, la foto representa una denuncia objetiva de la contaminación visual que rodea el monumento que da nombre a la importante arteria de Temuco. Hay que cuidar los símbolos.

La foto, no puedo no añadir, me recuerda aquellos sonoros, brillantes versos de Darío: “Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día, /le vio la tarde pálida, le vio la noche fría, / y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán. // «¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta. / Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta», / e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.”, en cuya potencia y tenacidad parece resonar otra hazaña primordial, la de Gilgamesh, el primer héroe épico, atravesando la noche interminable hasta que de nuevo y por fin sale el sol. Como si esta vez, en una inversión de términos, como si viéramos un negativo, esa noche de colores debiera ser superada por el silencio de la identidad, la búsqueda interior de quien sale de la memoria preñado de luz nueva.

La fotografía de Héctor González de Cunco se dedica a distinguir las voces de los ecos, la apariencia de la autenticidad, a desenmascarar lo falso y a rescatar lo verdadero. Y la demagogia es precisamente una de las cáscaras que rompe. De entre sus retratos surge rotunda y hermosa la dignidad de la Araucanía, y en particular del pueblo Mapuche. Un pueblo y una región que están de enhorabuena, porque precisamente estos días Héctor González comunicaba que ha culminado la realización del proyecto fondart “Retrato azul de la Araucanía”, que es parte de un reconocimiento otorgado al poeta Elicura Chihuailaf, un regalo cercano para un pueblo en pie.


Javier Aguirre Ortiz

Columna publicada en Tiempo 21 de Temuco n°110

La Clínica de la Libertad, en Tiempo21

martes, 18 de enero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

Lautarte



Los poetas interesados en participar pueden escribir a lautarte.lautaro@gmail.com

lunes, 10 de enero de 2011

domingo, 2 de enero de 2011

VISIÓN DE JUAN HUENUÁN



El poeta es un solitario. Su búsqueda se hace en silencio, al margen de los caminos trillados. Juan es un romero a caballo al que adelantan las micros, pero el caballo –su instinto poético oliendo la memoria- sabe mejor que ellas dónde está el camino.

No es un viaje banal el que nos propone, el que emprende este peregrino: es un viaje al centro de la tierra (de la comarca), a la raíz de la sangre.

A menudo la busca del solitario tiene algo que decir a la comunidad. Y el mensaje de Huenuán es rotundo y visionario, casi profético. El romero nos deja su camino escrito. Y sus palabras son pertinentes, necesarias. En su voz hay dolor, pero también perdón: “La única puerta de ceniza que el caballo huele / es la salida a la comarca que maldice y que perdona / en el mismo canto”.

De entre las líneas de Juan suena un llamado a construir conjuntamente resolviendo las injusticias, una sociedad mejor. Dicen unos versos de Elicura Chihuailaf, de uno de sus poemas más divulgados (La llave que nadie ha perdido): “El muchacho que conserva la lengua / pero ha perdido el alma”) : caso contrario es el de Juan Huenuán, que puede haber perdido el Zugun, pero prueba en sus hojas que conserva el alma.

Escuchemos la voz de este poeta. Tal vez algo nos tenga que decir.